Se requiere un nuevo enfoque para comprender el concepto de «calidad de la educación», porque su significado tradicional ya no es adecuado en relación con las necesidades educativas que surgen en el nuevo milenio.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Al hablar de educación ¿Qué entiende usted por calidad?

La calidad es un atributo del derecho a la educación. Refiere a la eficacia que tiene el derecho a la educación de tornarse una realidad efectiva para todos los ciudadanos y ciudadanas, revelando las condiciones de igualdad de un sistema educativo. La calidad tiene que ver también con la pertinencia del conocimiento. 
La calidad de la educación se relaciona con la definición de un conjunto de saberes socialmente relevantes que una comunidad establece como aquellos que el sistema escolar debe transmitir y producir.

¿De qué manera se articula el debate sobre la calidad educativa con las diversas formas de concebir los sentidos de la educación?

Actualmente la calidad de la educación es una demanda expresada en los medios de comunicación, organismos internacionales, organizaciones sociales, organizaciones de empresarios relativamente nuevas que se nuclean en torno a un interés común por mejorar la educación.
Todos hablan de calidad, lo que habría que ver es si la concepción de calidad dominante remite a una capacidad productiva del sistema educativo que se puede revelar por la aplicación de pruebas  estandarizadas o de sistemas de medición de indicadores determinados en función de variables de rendimiento escolar.
PISA es la expresión más compleja de esta gran arquitectura de medición de la calidad de la educación, hay sistemas más simples, pero también estructurados bajo la premisa de que la calidad se puede medir gracias al uso de indicadores derivados de los aprendizajes de los alumnos en algún momento de su historia escolar. De allí emanan una serie de conclusiones, de gran poder normativo, que indican el camino que los sistemas educativos deben seguir para mejorar su calidad. Se elaboran rankings e informes basados en estas presunciones. Este debate ha empobrecido y despolitizado el problema de la calidad de la educación.

Considerar la calidad de la educación como un conjunto de componentes que cualifica el derecho a la educación significa poner en el centro del debate a la política educativa y a la pregunta sobre el sentido de la educación. 

Evaluar, por más sofisticada que sea la prueba, el rendimiento de los jóvenes en lengua, matemática y ciencias a partir de un conjunto de competencias que se suponen necesarias para enfrentar el mundo y establecer una nota para luego organizar a los países en un ranking significa pasteurizar, empobrecer y transformar el debate de la calidad de la educación en algo banal pero tecnológicamente complejo.
El dispositivo de evaluación se vuelve un fetiche, que parece resumir en sí mismo los fines y metas de cualquier sistema escolar que aspira a formar sujetos competitivos. 

PISA, por detrás de esa parafernalia de datos previsibles, no es otra cosa que un nuevo invento para un viejo argumento tecnocrático y conservador: subordinar la educación a los intereses del mercado.

La propuesta de pensar la calidad educativa en términos de ampliación del derecho a la educación ¿No deja afuera lo vinculado con los aprendizajes efectivos? En este sentido ¿Qué elementos obstaculizan que la ampliación del derecho a la educación se dé con buenos aprendizajes?

Pensar que el derecho a la educación está siendo garantizado porque se masifica la entrada a la escuela es absolutamente simplista. Sin embargo, es preciso considerar que el acceso masivo a la escuela es producto de una decisión política y de una oportunidad efectiva que se logra en determinado momento de la historia de un país.
La ampliación de las oportunidades de acceso es una dimensión de la calidad educativa. Hay otras, como la relativa a los aprendizajes y al papel que cumple la escuela como agencia de producción de saberes. Sobre la calidad educativa no se puede dictaminar de manera general y universal como si se tratara de una ley de la física. Lo que aprenden los niños y las niñas en las escuelas constituye un problema fundamental de la política educativa. 
Aunque el aprendizaje es un elemento de la calidad y un componente del derecho a la educación, los mecanismos de medición del aprendizaje que tenemos hoy no son buenos, porque lo que determina la pertinencia del conocimiento adquirido por un joven en una universidad no se puede definir de forma estandarizada y general.
La calidad de la educación involucra a los aprendizajes, pero el reconocimiento del valor social de los aprendizajes no se define por una prueba ni por un currículum estandarizado que se aspira a aplicar de manera homogénea a nivel internacional.

Fuente:
La evaluación de la calidad educativa en América Latina: modelos emancipadores en construcción.  Pablo Gentili. 2014


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